lunes, 21 de septiembre de 2009

CAMINO DE SANTIAGO. UN CAMINO SEMBRADO DE ESTRELLAS


El Campo de trabajo comienza con una oración-bendición la tarde del 19 de julio en la Capilla del Colegio Santa Ana de Sevilla. Nos reunimos junto a la Comunidad del Colegio el grupo de peregrinos que vamos a participar en este Camino. Estamos radiantes de ilusión, dispuestos al envío, abiertos a la vida y confiados en el sueño de Dios (“que el hombre sea feliz”); así nos sentimos, invitados a latir como Él en nuestro camino cotidiano, siendo portadores de descanso, sosiego y paz para otros… Estos deseos se convierten en Bendición para el Camino.

El día 20 viajamos a Orense desde donde comenzamos el Camino. El Camino ha empezado desde que pusimos nuestra ilusión en él y se fue forjando a medida que íbamos dándole forma y vida. Ya en Orense el Camino tiene otro encanto: encontrarse y dejarse encontrar. Comienza una verdadera aventura: itinerario físico e interior.

La mañana del día 21 amanece temprano con la lectura del Evangelio; hace un buen día y nos espera la “Costiña” de Orense, que hay que subir no sin la maravillosa recompensa de una vista de la ciudad increíble. Comenzamos a adentrarnos en bosques espesos de helechos, robles, eucaliptos, castaños… Dejamos de oír los ruidos de la ciudad para escuchar los cantos de los pájaros y pequeños animales que se mueven por el bosque. La mirada comienza a transformarse, dejamos de mirar lo que está justo delante de nosotros para ver lo que hay más arriba y más allá de un golpe de vista. Así, llegamos a Cea, la ciudad del pan. Un albergue acogedor, el descanso, la comida… nos esperan. Y disfrutamos de ello y de todo. Y hay tiempo, tiempo de todo: un paseo por el pueblo, lectura, reflexión y compartir el trabajo personal de cada uno… Todo sirve para la distensión y el enriquecimiento.

El día 22 amanece muy nublado y con previsión de lluvias, pero eso no nos echa atrás, el agua también forma parte del Camino y no tarda en hacer su aparición. Mojados y con frío, pero contentos y cantando llegamos al Monasterio de Oseira donde nos acogen sin reservas para resguardarnos mientras cae una gran tormenta. Parece que escampa, aunque no por mucho tiempo, y decidimos continuar la marcha. La ruta se va complicando entre la lluvia y el barro, pero llegamos a Castro Dozón y un albergue, que aunque provisional, nos sirve de refugio y descanso. Al final del día, la lluvia constante nos regala un arcoíris precioso, que nos lleva a recordar la Alianza, la Promesa de Dios con su pueblo, y con nosotros, peregrinos también, como Abraham.

El día 23 la lluvia aún sigue queriendo hacer de las suyas, pero el sol nos va dejando treguas. Es imposible transitar por los caminos y hay que andar por la carretera, que siempre es más árido y duro. Aún así, hay tantos detalles, gestos, palabras… que nos hacen sentir vivos, privilegiados, regalados, sostenidos por el Dios de la Vida…
Llegamos al Albergue de A Laxe, un pequeño barrio del Concello de Bendoiro, próximo a Lalín. La tarde es espléndida y por fin se nos puede secar toda la ropa mojada del día anterior. Aprovechamos para leer, rezar, conversar… nos acercamos a la pequeña Iglesia. Allí hablamos con el sacerdote, ya muy mayor, que disfruta de un buen rato y, sobre todo, de tener nuevos rostros en la Eucaristía de ese día.

Y como Galicia es así, el agua sigue dejándose caer, el día 24, en forma de lluvia. Poniéndonos y quitándonos los chubasqueros nos vamos encontrando lugares con encanto: paisajes, cruceiros, pequeñas Iglesias pre-románicas… El Camino nos invita a reconocer a un Dios más grande que nuestras ideas e imaginaciones. Es el Dios que todo lo habita y que se hace presente en todos. Todo es regalo, el lugar de descanso (hoy en Bandeira), reponer fuerzas, la conversación, el encuentro con los otros… así, de esta manera, sentimos que formamos parte de algo mucho más grande que nuestro propio yo: Somos compañeros de camino y no vamos solos.

Ha llegado el día de fiesta, es 25 de julio, día de Santiago Apóstol y el corazón va latiendo con fuerza a medida que se presiente la ciudad. Sin embargo, nos quedamos en puertas, en el albergue de San Pedro de Vilanova, en el Concello de Vedra. Es día de celebrar la fiesta en el corazón.

Si el día anterior era fiesta, hoy lo es todavía más, la Familia Santa Ana en Camino llega a Santiago el día de San Joaquín y Santa Ana. Hoy el día está más luminoso y ver las torres de la Catedral de Santiago nos impulsa a caminar hacia la meta. Son las 12:00 h y tocan las campanas, nos llaman a la Misa del Peregrino. Levantar la mirada y contemplar la fachada del Obradoiro, en su interior el Apóstol nos espera con sonrisa afable. ¿Cómo describir los sentimientos? Apenas es posible porque las palabras no abarcan lo profundo del sentido. Hoy la fiesta nos desborda de gozo.

El Camino no ha terminado, continuamos a Finisterre, 3 etapas más. Pero aumenta el grupo y se nos unen 2 más que llevan toda la noche viajando desde Sevilla para llegar el día 27 a Santiago. Sin tardanza caminamos disfrutando de la maravilla que nos regala el paisaje hasta llegar a Olveiroa. Dios no se impone con la fuerza, se deja oír en una brisa suave (Cfr. 1 Re 19, 9-14), y así es en el Camino. Se deja oír en todo lo que vamos descubriendo, si le dejamos.

El día 28 aparece ante nosotros una Galicia diferente en paisaje, pero igual de bonita. Y la maravilla, la alegría profunda de ver el Océano al coronar lo alto del monte. Bajar ligero porque el olor a mar nos apremia. Sumergirse en el agua fría del Océano que renueva, purifica y reactiva todo nuestro cuerpo, todos nuestros sentidos.

El día 29 un agradable paseo junto a la costa nos lleva a Finisterre, el kilómetro 0, pero no el final sino el comienzo del propio Camino. La sonrisa se nos pinta en la cara.
Finisterre… Fin de la Tierra… Renovación… Encuentro…

En nuestros ojos y en nuestro corazón quedan impresas todas esas experiencias vividas “Mamá Tierra”, expresión de ese gran Dios de la Vida lo llevamos con nosotros, su color, su palabra, el encuentro…Ya son parte de nuestras vidas, serán recuerdo y presente y futuro, caminarán en nuestros pasos, serán apoyo-bordón, exhalarán aliento en el repecho…

No hemos caminado solos. Dios con nosotros, su Promesa y sus Estrellas. Las que ahora el peregrino lleva en la frente cuando regresa a su lugar de origen, la luz que ilumina para posibilitar el ser testigo de todo lo visto y oído. Ahora nos queda caminar por el Camino siendo testigos de Jesús en el cada día. Porque somos Peregrinos de la fe y Testigos de Cristo Resucitado.


CAMINO DE SANTIAGO, COMENZADO NO TERMINADO…